Querida Mariquilla:
Quizás alguna vez has jugado cerca de mí sin que me diera cuenta. Pero desde hace días te llevo en el corazón día y noche. La muerte es capaz de inundar de oscuridad un atardecer precioso de otoño.
Una tromba de whatsapps abrió el abismo. Nos pedían asaltar al Cielo urgentemente. Al salir del cole, un accidente había atropellado tu infancia.
Mamá se tiró al asfalto, a tu lado. Te susurró dulcemente cuánto te quería. Erais dos Marías agonizando: tú con tu cuerpito, ella con su inmenso corazón.
Otra mamá, a la que se le había descontrolado el coche, se desplomaba también. Sus hijos eran testigos de un fallo mecánico que angustiaba su espíritu. A esa tercera María se le desangraba el alma por momentos viendo que no lograban reanimarte. Qué insondable dolor.
En medio del barullo de bomberos, médicos, policía, quizás nadie se dio cuenta de que se personaba una cuarta María. Seguramente había sido la primera en llegar. A pocos pasos de allí, en la ermita de tu colegio, hay una imagen tallada. El Niño Jesús recoge con cariño las lágrimas de sus mejillas, y la consuela. Y resulta que aquella (aparentemente) estatua resultó ser un manantial de Vida.
Porque la Virgen había ido corriendo a abrazaros. Abrazó a tu mamá, para que ella te achuchara a ti. Estrechó amorosamente a María, aturdida por aquel acto absolutamente involuntario pero terrible. La Virgen la abrazó fuerte a través ¡de tu propia madre! Y también te abrazó a ti, con ternura, sonriéndote mientras te llevaba de la mano al Cielo, a tu casa nueva.
De un momento fatídico nació una cascada de abrazos que ha ido contagiando Amor de unos a otros.
Virgen del colegio Instagram Montealto
No entendemos por qué tuvo que suceder. Era una desolación innecesaria, imprevista, absurda. Pero tu familia, tus compañeros de colegio, tus amigos, quienes incluso apenas te conocíamos, hemos recibido una luz inexplicable gracias a la fe. Se nos ha regalado confiar en que Dios es Padre. Él sólo puede querer lo mejor para cada uno de nosotros: también para ti, que te marchaste de un modo tan desgarrador.
Aquel infierno no ha detonado el morbo, cruces de acusaciones, rencores o una desesperación ciega. Por el contrario, una tragedia se ha convertido en catapulta hacia la esperanza. El perdón, el silencio, las cadenas de cariño hechas oración, el ejemplo estremecedor de tus padres nos han mostrado que el mal no tiene la última palabra.
Quienes padecíamos un dolor sordo palpamos la presencia de un Dios ¡absolutamente vivo! en un trocito de Pan. Quienes perdíamos el equilibrio ante el sinsentido, nos agarramos a un Rosario que nos sostuvo junto a otros, todos con María dolorosa al pie de la Cruz; esa Cruz escandalosa y también innecesaria en la que Jesús venció a la muerte para siempre. Sólo en Él hemos hallado la medicina que sana nuestras heridas.
Ante un mazazo tan brutal, esos miles de testimonios superan al mejor tratado teológico: hacen evidente y palpable que el Espíritu de Dios triunfa en nuestra fragilidad y nos atrae hacia su Amor eterno. Si no ¿cómo se explica que nazca tanta vida de un accidente mortal?
Un hijo mío, que también se fue al Cielo desde mi tripita, me muestra cada día el don de tener un ángel guardián en nuestra familia. Mariquilla: aunque sólo tengas cinco años, te ha tocado una gran misión. Cuida de tus cinco hermanos con mucho mimo. Cuida a tus compañeras Begoña e Isabel, para que vuelvan pronto a casa sin secuela ninguna. Cuida a la gran familia de tu colegio. Cuida de cada persona que ha llorado y rezado por ti.
Mariquilla: eres una preciosa obra de Dios.
Por fa, busca a san José por el Cielo y pídele que llene de confianza el corazón de tu padre y de todos los papás que han visto su vida destrozada por tu muerte. Y escuchad cómo cantamos: ¡Bendita María, la madre que te parió! ¡Bendita María, la mamá que te lanzó a los brazos de la Virgen! Y ¡Bendita María Reina (de tu vida, de tu cole, del mundo) que siempre te ha protegido y ahora nos une al Cielo a través de ti!
Querría pedirte que, en esa cascada de abrazos que has provocado, también tú me acojas. Porque este año, antes de estrenar el Belén viviente, se nos ha regalado un nuevo ángel.
Tú ya descansas en paz. Mira cuánto necesitamos esa paz en cada corazón, para llevarla a toda la tierra. Mariquilla: ruega por nosotros, tesorazo.