Entrevista de un embrión

Tengo diez semanas de vida. Aunque me faltan algunos días para que empiecen a funcionarme los tímpanos físicos, tengo muy finos los oídos del alma. ¡Me encanta vivir! Pero, al mismo tiempo, muchos se refieren a mí como si fuera una contradicción. En resumen: que estoy hecho un lío. He decidido hacer una entrevista urgente a mis papás, para que me lo expliquen todo todo.



Mamá, papá, el otro día os preguntaron si soy un accidente. ¿Por qué?
Los mayores, a veces, intentamos calcular al máximo. Hacemos un esquema de lo que creemos que es la felicidad, lo planificamos todo y, cuando la realidad nos sorprende con algo distinto (casi siempre, por otra parte), lo llamamos “accidente”.

Entonces, ¿yo he sido una sorpresa?
Sí, hijo. Los regalos siempre son una sorpresa: de las buenas.

Pero, ¿me habíais programado?
Niño, no te acostumbres a preguntar así, que ni tú ni nosotros somos máquinas. La verdad es que a tus padres no les gusta programar la vida. ¡Es tan hermoso vivir con una sonrisa lo que se nos regala! Te esperábamos, te queríamos… y ya está. No sabíamos cuándo ibas a venir, pero todo estaba preparado para recibirte por la puerta grande.

¿Y por qué he llegado precisamente ahora?
Pues porque Dios, que es bueno y que sí sabe cuándo repartir cada don, ha querido que te hagas regalo ahora. Él es el único dueño de la vida y la regala en el mejor momento. Hubo un día en que tus papás hicieron una fiesta de amor con Él. Estaba muy contento, tanto, tanto, que dijo: “¡Voy a convertir este amor eterno en persona!”.

¿O sea, que yo soy como un amor de carne y hueso?
Sí, pareces… como una Navidad nueva. Ese es el estilo de Dios: cuando va a reventar de amor, se hace carne. Mira, hasta quiso ser bebé como tú para que le pudiésemos quererle mejor. 

Papás, eso suena muy bonito, pero muchos os dicen que estamos en crisis económica y que no es el mejor momento para traer hijos al mundo. Yo no quiero ser un problema para vosotros…
Hijo, tienes que aprender a no creerte todo lo que dice la gente. Los momentos se convierten en buenos cuando sabemos aprovecharlos para nuestro bien. Es verdad que nuestra situación laboral no es de portada de Forbest. Pero también es verdad que el hecho de que tú vengas nos ayuda a distinguir mejor qué es importante y qué es accesorio. ¿No crees que somos más ricos ahora, que podemos compartir la vida contigo? ¿No crees que es bueno para nosotros desprendernos de cosas y hábitos innecesarios? Cuando tengas hermanitos, te lo recordaremos: lo que se comparte, se gana; lo que se guarda, se pierde.

También he oído que es costumbre nacer con un pan debajo del brazo. Pero yo le he pedido al Panadero traeros… ¡un obrador!
¡Qué majo! Pero no sufras por eso. Mira: cuando seas mayor, si quieres, vendrás con los papás a ayudar a familias que de verdad pasan necesidad. Ojalá podamos ir contigo y con tus hermanos, en vacaciones, a compartir unos días con tantos que no tienen lo indispensable. Te sorprenderá cuando «toques» su felicidad, muchas veces más consistente que la nuestra. Hijo, gracias a Dios, no sabemos qué es padecer hambre. Fíjate, ni siquiera vas a nacer en un establo, como sí hizo Jesús, que era el más rico de los hombres. 

Pero me tendréis que comprar una cuna, y pañales, y biberones… Luego iré a la guardería, y al cole…
Hay muchas cosas que heredarás de otros niños. Y harás felices a sus papás, que a menudo se quejan de la cantidad de cosas innecesarias que almacenan. También habrá que poner a trabajar la imaginación, ¡verás que divertido! 

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O sea, ¿que no os voy dar más trabajo?
Sí nos darás ¡bendito! trabajo. ¿Pero es que no te has dado cuenta de que, desde que has desembarcado en nuestra historia, somos más creativos que nunca? Y nosotros trabajamos, precisamente, creando. ¿Ves? Ya eres rentable, pequeño aprendiz de economista. Pero es que, sinceramente, seguro que no nos quedamos sin comer porque nazcas tú. Y, por el contrario, sí nos vas a quitar otras “hambres”.

¿Hay más hambres?
Sí, inanición por soledad, por sinsentido, por vivir fiados a nuestros propios recursos olvidándonos de que son limitados. 

Me estáis intentando convencer. Pero sé que, os guste o no, voy a suponeros un gasto…
Mi niño, por favor, ¡no te contagies tan pequeño de nuestra miopía materialista! A ver si te enteras: hay gastos que son inversiones.

Pero…
No hay peros, hijo. El amor siempre suma, nunca resta. Y tú eres amor. Por eso papá, desde que te vio la primera vez, te llama “pequeño corazón inmenso”.

Hablando de tamaños: nuestra casa es bastante pequeña…
Algún día descubrirás que lo único importante es construir un hogar elástico.

También os dicen que podríais haber esperado a que pasara la dificultad…
La mejor espera es la que está llena de esperanza. Cuando uno confía en Alguien que sabe el mejor cómo y el mejor cuándo siempre acierta en la espera. El problema de nuestro mundo es que nos hemos empeñado en llamar problemas a situaciones y personas que no lo son.

¿Entonces yo no soy un problema?
No, hijo. Más aún, surges como novedad, renovación y, por ello, comienzo, luz para alumbrar nuevas soluciones a viejos problemas. Si tú y otros niños no nacierais, el mundo sería viejecito, falto de ilusión. Gracias por traer aire fresco a nuestro mundo caduco.

¿Qué es caduco, papis?
Que se agota en sí mismo y muere, que se acaba cuando no se renueva.

O sea, ¿que no os importa que nazca dentro de poco?
¡Al contrario! Precisamente en momentos de “crisis” es cuando más se agradece sentirse bendecido por Dios. Es como un dulce recordatorio de que Él no se olvida de nosotros y de que no se le pasa nada. ¡Tú eres una caricia de Dios, pequeñita pero muy eficaz!

¿Y si molesto a las gente que no piensa como vosotros?
Hijo, pues… ¡qué le vamos a hacer! No sufras, y espera: verás como, con el tiempo, tu vida les da ilusión y energía; el amor siempre termina por dinamitar los cálculos.  

Pero el otro día, alguien os llamó “irresponsables” por mi culpa…
A ver, nene. Que es que ¡opinar es gratis! Mira, entendemos tu temor, pero no queremos que te venza ya el negativismo. También has oído a algunos decir que tener hijos es lo mejor que les ha pasado en la vida. Ser felices es nuestra responsabilidad: y la ejercemos.

Pues yo sigo sin comprender por qué algunos parecen tristes de que exista…
No están tristes, hijo. Sólo que a veces nos dejamos llevar tanto por la preocupación que parecemos adultos serios, cariacontecidos. De todos modos, otro de los mayores regalos de tu existencia es ver a cuánta gente estás haciendo feliz ya. Tienes muchos tíos y primos y abuelos de sangre. Pero son ¡tantos! los tíos y abuelos del corazón, los amigos que se alegran de que vengas, que se han emocionado sabiendo que estás en camino… ¡Deberíamos bautizarte como milagro de amor! 

Ahora estoy mucho más ilusionado. Porfa, anunciad a todos que me hagan sitio, que ¡allá voooooy!


Ilustración: Hervé Alústiza

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